viernes, 1 de enero de 2010

El año de Miguel Hernández y los tontos del pueblo


Vientos del Pueblo han recorrido las calles el pasado 12 de Diciembre. Vamos a iniciar el año en el que conmemoraremos el Centenario de Miguel Hernández.

Para algunos será un tiempo para la reflexión en tiempos de cambio y en momentos duros para los pueblos del planeta, desangrados en sus economías por las consecuencias de una crisis traída por los estirados señoritos de las finanzas que han globalizado la economía como si se tratara de construir un cortijo global, en el que nosotros somos las ovejitas. Algunos ya han comenzado la conmemoración con un canto crepuscular que, tras la disculpa de rendir homenaje a Miguel Hernández, tras la disculpa de la poesía, desgrana un panegírico a Esperanza Aguirre y un libelo contra gentes tan dispares y diversas como Alberto Ruiz Gallardón, Santiago Carrillo o José Luis Rodríguez Zapatero.

Ya ve usted, la que armaron, la que liaron con la salida de la masonería y la subversión…que diría nuestro siempre querido Carlos Cano. Ya ve usted como los tontos del pueblo reconvertidos interpretan los vientos del pueblo a favor suyo y de cuantos puedan favorecerles en sus vicios cotidianos. He escuchado al autor del panfleto por la radio defendiendo su calidad poética y literaria, que le haría merecedor de los grandes galardones patrios, muy por encima de otros escritores mediocres que los reciben con mucho menos merecimiento. Luego he podido acceder a algunos retazos de su producción literaria. Internet tiene esas cosas, que aunque no lo quieras te encuentras en el centro de la plaza del pueblo sin comerlo ni beberlo. Mi primera impresión es que me encuentro ante un ripiador, que busca la rima fácil y cultiva a cañonazo un efecto facilón de la verbena popular. No me extraña el malestar de los familiares de Miguel Hernández, que pudiendo haber sido un famoso ripiador en Orihuela, quiso probar fortuna y medirse con los Alberti, Lorca, Bergamín, Altolaguirre, criados y amamantados al calor de la prestigiosa Residencia de Estudiantes. Que huyendo de la crítica fácil y de convertirse en el poeta obligado de los festejos populares, con sus precarios conocimientos autodidacta, o conseguidos al calor de unos pocos amigos y maestros de la tierra, se adentró en los madriles de la conspiración, la mediocridad, los celos, donde hasta los buenos te considerarán un poeta menor, aunque tú sigas labrando cada día la huerta de tu poesía más sincera.

Con todo, no conviene quedarse mirando el dedo que señala, sin reparar en la luna y las estrellas. No hay que confundir al tonto del pueblo, con la madre del tonto del pueblo, sus tías y la señora marquesa que lo protege y se siente halagada con sus alabanzas, ante la preocupante sequía de vates del mundo de la cultura dispuestos a reir sus gracias y cantarlas en versos.

En mi pueblo había un tonto, tranquilo, pacífico, que nunca faltaba en los grandes acontecimiento festivos y que se ganaba con merecimiento el aprecio popular. Todo el mundo reconocía que era lo suficientemente listo como para sacar provecho de las innegables oportunidades que ofrece una comunidad popular y pequeña. Su madre era un elemento clave para la dignidad del tonto del pueblo. También en mi barrio había un tonto del pueblo que recorría las calles haciendo la moto, con las manos hacia atrás y dando los intermitentes con el sencillo procedimiento de abrir y cerrar las manos. Limpio, aseado, un personaje pacífico y apreciado por las gentes del barrio. Su madre era también elemento clave para la buena marcha de la moto del tonto del barrio, que nunca provocó un mal accidente, aunque retrasara la marcha de algún conductor impaciente.

El problema en nuestros tiempos es que las madres y madrinas de algunos tontos del pueblo han dejado de asumir su responsabilidad. No han sabido asumir los cambios de los tiempos y, cuando antes los dejaban vigilados por los vecinos y vecinas, en la plaza del pueblo, siguiendo de cerca sus andanzas, ahora les publican panfletos, los editan, los presentan en círculos públicos y, en lugar de educarles, les alaban el gusto y se recrean en sus alabanzas. En lugar de integrarlos en la comunidad y defender su dignidad como tontos del pueblo, los elevan a los altares mediáticos, a las tertulias radiofónicas o televisivas. Generan monstruos, perrillos falderos que siempre estarán a su servicio. Porque no lo olvides, el tonto del pueblo nunca se equivoca, Siempre sabe quien manda y quien paga sus gastos.

Vamos de cabeza al centenario de Miguel Hernández. Al año de los Vientos del Pueblo. Dejad que los niños se acerquen a Miguel Hernández. Exigid a las madres y madrinas de los tontos del pueblo que les enseñen algo de la dignidad y la inocencia de Miguel Hernández. Que les eduquen para ser poetas de Orihuela, poetas del pueblo y no los tontos del pueblo, los del ripio y la rima fácil, ramplona y seguidista, agradecida y rentable, por lo que se ve, pero inútil para el futuro. Por la dignidad de la poesía y la decencia de nuestros tontos del pueblo…eduquemos a sus madres.

Por lo demás, vamos a disfrutar de la buena poesía popular de Miguel Hernández, vamos a cantar sus canciones y vamos a demostrar que los ruiseñores cantan hasta en momentos de crisis como la que vivimos y no dejemos que nadie nos lo amargue.

Francisco Javier López Martín

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