viernes, 6 de agosto de 2010

Memoria en Mallorca. Sin valores democráticos, sin ideas claras, revisionismo en Baleares

Memoria en Mallorca. Sin valores democráticos, sin ideas claras, revisionismo en Baleares / Benjamin Balboa

El debate surgido a raíz del intento de homenaje a un destacado fascista mallorquín está permitiendo visualizar lo endeble de los valores democráticos de muchas personas. Y no se trata de criticarles o censurarles, sino sólo de hacerles ver que los argumentos y razones que se están empleando nos demuestran que la memoria histórica democrática es una gran asignatura pendiente en nuestra sociedad y desde luego también en sus vidas. El que una alcaldesa socialista intente rescatar la memoria de un sujeto como José Tóus Ferrer, alguien ligado profundamente con el fascismo mallorquín y, entre otras lindezas, inspirador del monumento al crucero golpista Baleares, proponiéndole como “Hijo Ilustre de Palma” raya en lo ridículo. Reír por no llorar. Lo grave es que la sra. alcaldesa no es la única en no tener ideas claras, como lo demuestran algunos artículos recientes.

Cada cuál es fruto del medio social y familiar en el que se ha educado y si tenemos en cuenta que durante décadas España vivió al dictado de los vencedores de una guerra atroz y genocida buscada y defendida por ellos como “necesaria”, no pueden extrañarnos ciertas cosas. Durante mucho tiempo solamente las familias pudieron ser escuelas de valores democráticos, porque la escuela estaba, como toda la sociedad, secuestrada por quienes perseguían y condenaban la democracia como medio ideal de convivencia. ¿cómo debemos entonces interpretar el artículo de Mercé Truyols titulado “Sin memoria histórica” Ultima hora, 9/12/07? Sus palabras, sin duda sinceras y sentidas, lo que denotan es una gran confusión moral. Parece aceptar sin más los horrores del pasado, no se trata de que los justifique o defienda, sino que se sitúa en una posición equidistante y desde ahí condena la reivindicación que actualmente se hace de quienes entonces fueron muertos por encarnar valores democráticos. No desea volver la vista atrás, le molesta íntimamente, eso se nota. ¿por qué, nos preguntamos? Quizá sea porque mirar la realidad histórica resulte demasiado dura.

Mallorca en 1936 no vivía ninguna situación grave. Era una sociedad razonablemente integrada y en la que los valores democráticos estaban muy extendidos; la sociedad civil era muy rica, existía un asociacionismo cultural, sindical, ciudadano que llegaba a cada pueblo y casi a cada barrio; los problemas sociales tenían mecanismos de solución que estaban construyéndose poco a poco con la cobertura del Estado constitucional republicano. La sociedad mallorquina tenía problemas parecidos a los de otros países mediterráneos, y si comparamos con la situación social de sus hermanas Córcega, Cerdeña, Sicilia, el balance resultaría incluso positivo. No existía un clima bélico, ni siquiera violento, existía un intenso debate político y sindical sobre los caminos y soluciones a seguir en el futuro, como era natural a un país que estaba construyendo y profundizando su convivencia democrática.

En esa Mallorca de 1936 donde nada grave pasaba hubo un baño de sangre atroz. No fue un fenómeno meteorológico, tampoco un accidente. Fue algo buscado y programado. El general al mando de la guarnición, junto con un núcleo de oficiales reaccionarios formaban parte de una conspiración que buscaba destruir a la República y cuanto significaba; eran enemigos de la modernidad y de la Ilustración, creían que participar de los valores ilustrados era algo punible, no sólo ser de izquierda, sindicalista o lo que fuera, sino simplemente librepensador era algo a ser perseguido. El plan del general Goded exigía asesinar a los militares leales a la constitución y al estado democrático, asesinar a cuantos se pusieran por delante de sus objetivos y siguiendo las directrices de su jefe, el gral. Mola, extender la violencia para lograr así paralizar por el terror a toda la sociedad. En Mallorca lo lograron.

Los golpistas dieron armas al puñado de falangistas locales a los que emplearon como verdugos voluntarios, los encuadraron con unos oficiales reaccionarios y golpistas (los llamados “capitanes de Alcalá”, presos en la isla por su actuación golpista desde junio de 1936) y diezmaron la indefensa sociedad mallorquina. Hubo cientos de muertos en la isla, de toda edad y condición, desde sencillos campesinos a educados profesionales, desde sindicalistas a concejales y alcaldes, desde izquierdistas conocidos a puntillosos militares de carrera, incluso hubo un sacerdote asesinado por actuar cristianamente con los injustamente perseguidos. Han pasado 70 años y los asesinados siguen en las cunetas y en fosas comunes desconocidas. En Alaró, el pasado día 2 de diciembre, tras un sentido acto público de homenaje ante una placa con los nombres de veinte vecinos asesinados, campesinos, obreros, cargos municipales electos, un emocionado familiar manifestaba la sensación de paz íntima que le producía tener ahora al menos un lugar donde llevar unas flores, pues los cuerpos de algunos siguen sin aparecer. Debe saberse que estos sencillos homenajes que estamos haciendo son los primeros en los que muchas familias han encontrado reconocimiento público, que viudas e hijos tuvieron que callar durante décadas y que hasta el luto público les fue negado. Es hora ya de cerrar esas heridas, aunque a la conciencia de los que se sienten identificados con los verdugos de entonces les moleste la memoria. A nadie que hubiera estado en el cementerio de Alaró el pasado 2 de diciembre le hubiera molestado nada de lo que se dijo; todo el acto fue sentido, respetuoso y profundamente embuido de valores democráticos y antifascistas, justo lo que una sociedad sana precisa para mantener su dignidad colectiva en este doloroso asunto.

Nos dice en su artículo Mercé Truyols, que los asesinados por los golpistas no fueron las únicas víctimas y tiene razón. ¿Qué podemos decir de los jóvenes mallorquines llevados a la guerra, reclutados por los golpistas y que sufrieron tantos padecimientos? ¿de los que murieron en los combates que ellos no habían buscado? ¿de las madres y las esposas de los que cayeron defendiendo unos símbolos que representaban entonces y ahora justo lo contrario de los valores democráticos? Le responderé: fueron víctimas del fascismo igualmente, obligados por la fuerza a combatir a sus hermanos. Goded, el gral. golpista que salió de Palma hacia Barcelona, no fue una víctima; tuvo un juicio justo y una sentencia justa donde pudo defenderse y donde los hechos de su traición fueron notoriamente probados. Recibió exactamente lo que en estricta justicia se merecía.

La memoria histórica está para resolver este problema de falta de puntos de referencia. No nos ha ocurrido sólo a nosotros, es algo que afectó en su día a todos los europeos. Alemania sufrió, es decir, los alemanes sufrieron como pueblo, familia a familia, persona a persona, una terrible sangría. Guerra, reclutamiento, persecución, dictadura, bombardeos, represalias. El pueblo alemán pagó un durísimo precio por culpa del proyecto criminal y genocida que conocemos como nazismo. Ese proyecto, esa ideología tuvo unos promotores y unos defensores, esos mismos nazis y fascistas apoyaron en España a los golpistas y convirtieron un golpe fallido en una guerra civil. En la Europa de 2007, cuando los pueblos vuelven la vista atrás para aprender reciben una enseñanza clara: nos unen los valores democráticos por encima de diferencias políticas y de nacionalidad. Existe una sincera reconciliación entre Alemania y Francia, en realidad entre todos los europeos occidentales. No se cuestiona la preeminencia de los valores democráticos. Hubo alemanes demócratas y antifascistas, como hubo franceses reaccionarios y nazis: el problema no es qué bando sino qué ideas. A un lado estuvieron la reacción y el fascismo, al otro todos los demás, desde los cristianos demócratas a los comunistas, pasando por ciudadanos antifascistas de todo credo y origen, igual que en España o que en Mallorca en 1936.

En ese pasado terrible de Europa, los españoles fuimos el pueblo que supo luchar y resistir la agresión nazi fascista propia y ajena. Podemos estar profundamente orgullosos de ello, aunque las circunstancias históricas y la cobardía de algunas naciones democráticas nos condenaran. Hubo mallorquines que lucharon en la 2ª GM, que murieron en los campos nazis, que dieron un ejemplo de resistencia y dignidad democrática ejemplar, mallorquines caídos en el olvido, calumniados, ignorados para vergüenza de todos.

Como pueblo europeo que constituye y al que pertenece, la sociedad mallorquina sólo puede reconciliarse desde el reconocimiento sincero del valor moral superior de los valores democráticos. Eso incluye tender la mano a las otras víctimas del fascismo, los que forzadamente o de forma manipulada cayeron como la carne de cañón necesaria para su sangriento triunfo. Toda la sociedad española fue víctima, todos debemos condolernos de lo padecido, aunque sin olvidar que a algunos les fue bien y hasta se enriquecieron con tanta desgracia ajena. Como en Europa hoy, en los memoriales y actos de homenaje que cada año se celebran en todos los países occidentales, la reconciliación es un hecho desde la unidad democrática y el respeto a las víctimas. Quedan fuera los nostálgicos de las dictaduras fascistas que no representan a nada ni a nadie. España en esto es la excepción. Aquí el recuerdo del fascismo sigue ensuciando las calles, pero sobre todo, un legado de franquismo sociológico sigue aposentado en la mente de muchos. La desgraciada Ley de Memoria (mal llamada pues no lo es) no resuelve esto ni mucho menos, pues asume la legalidad franquista e incumple la legislación internacional sobre crímenes de lesa humanidad, renunciando a combatir la pervivencia franquista.

Entre esos restos de mentalidad franquista encontramos la consabida equidistancia (falsa en cualquier caso, pues siempre es franquista) combinada con una notable ignorancia. En su artículo, M. Truyols llega al delirio cuando reinterpreta el drama de la guerra. El “Alzamiento nacional” lo pone en mayúsculas como corresponde a la ortodoxia golpista y ni se cuestiona lo absurdo del término: no hay nación sin ciudadanos, el alzamiento lo fue de un grupo militar reaccionario que agredió precisamente a la nación, que despojada de su brazo defensor tuvo que improvisar un ejército para defender sus libertades. Ciudadanos fueron los que salieron a la calle a defender sus libertades, ciudadanos los que cayeron ante los piquetes fascistas, ciudadanos los que se horrorizaron por la actuación criminal y liberticida de los Mola, Franco, Goded. No se olvide que la intervención extranjera comenzó en julio mismo de 1936 con la ayuda personal de Hitler para traer a la península a un ejército colonial y mercenario. Y sí, frente a la agresión, la nación española vibró y dio un ejemplo al mundo. Fue Sastre quien escribió que el drama de España hizo madurar a su genarción, les hizo adultos al poder ver como se puede salir derrotado pese a tener la razón moral.

El crimen que hoy representa el revisionismo fascista de los Moa, del que hace estela la sra. Truyols, consiste precisamente en eso: en justificar un golpe y una guerra, más unos crímenes atroces como si hubiera sido necesarios o justos.

Las calles de Mallorca guardan símbolos y homenajes de los genocidas. No es un problema de sentido artístico. Es una cuestión más profunda. No hay ni un recuerdo para los marinos de Mallorca muertos en defensa de las libertades, pero sí un soberbio monolito dedicado a quienes fueron sus verdugos. El monumento al Baleares, pongamos por caso. Ese barco iba a ser la joya de la Armada Española, un buque moderno al servicio de la República que llevaría la bandera tricolor símbolo de un pueblo que había sabido modernizarse y construir un futuro lleno de ilusión. El buque cayó en manos de los golpistas, los leales masacrados por el simple hecho de serlo, y el que sería defensor de la soberanía española, embridado por los golpistas y puesto a golpear a sus compatriotas.

El Baleares y su comandante, Luis Vierna, entró en la historia universal de la infamia ante Málaga en el invierno de 1937, con su bombardeo de las masas de refugiados que escapaban de la ciudad. Para esas víctimas ni un solo recuerdo, para el buque y sus responsables, todos los honores. ¿Hasta cuando? Vierna y sus oficiales sediciosos tuvieron un fin digno completamente inmerecido, en combate, aunque el pecio en el que están sus restos fuese robado a todos los españoles.

Cada día que ese horror permanece en la vía pública es un día de vergüenza para todos. No para la señora Truyol, por supuesto, para quien “abominar” dice, del monumento es como “escupir sobre unos niños de diecinueve años” algunos de los cuáles eran mallorquines y menorquines “y no criminales de guerra”. No falta en su alegato, el recuerdo a los golpistas muertos en “Cartagena” por los “rojos”, para preguntarnos, en un intento de zanjar el debate, si quienes asesinaron a estos otros no eran criminales. Puro franquismo sociológico lo que destilan las palabras de la sra. Truyol.

Pues no, sra. Truyol, no. A quien se le escupe es a la sociedad mallorquina y española actuales manteniendo un monumento como ese. Los barcos de guerra, los oficiales y los marineros están para protegernos a todos y salvaguardar nuestras libertades y nuestra soberanía, no para masacrar a su propio pueblo al servicio de un credo totalitario. Los tripulantes de diecinueve años, como otros más jóvenes “flechas navales” de falange, vestían un uniforme y como tales uniformados cayeron. Merecen el mismo respeto que los jóvenes tripulantes del Bismarck o del Tirpiz, con la salvedad que estos barcos alemanes nunca bombardearon a su propia población civil. El monumento es una exaltación del fascismo y de la actuación golpista y en ese sentido propone un ejemplo de conducta a seguir en el futuro. Es por eso que una sociedad democrática y tolerante como la nuestra debe actuar con contundencia y desmantelar el monumento. En Alemania hay monumentos a los muertos en la guerra, hay homenajes a los tripulantes de los buques de la Armada, pero no existen monumentos que unan el pesar por los caídos con los homenajes al nazismo. Son cosas diferentes; para percibirlo se precisa haber sido educado en valores democráticos y en una sociedad donde el fascismo es percibido como lo que fue, una ideología criminal por sí misma.

Respecto de los marinos golpistas muertos en la retaguardia republicana las cosas están mucho mas claras que todo cuanto pretende enmascarar la sra. Truyol. Los que fueron juzgados por los Tribunales Populares lo fueron legalmente. Fue precisamente la lentitud de los procesos y el legalismo y la benevolencia de muchas de las actuaciones de los Tribunales los que provocaron algunas revueltas y estallidos de violencia que acabaron con el asesinato de muchos presos. Hay que llamar a las cosas por su nombre: un asesinato es un crimen. Y todos los que murieron a manos de incontrolados, fueran inocentes o culpables, tenían derecho a un juicio justo y a que sus vidas fueran protegidas por las autoridades republicanas. De los intentos casi desesperados de las autoridades por controlar la situación y reconducirla, la historia y los hechos dan fe. Mezclar por tanto, crímenes con actuaciones de justicia es una manipulación que no vamos a dejar pasar sin denunciar. No podemos olvidar a los cientos de marineros, trabajadores navales, jefes y oficiales, y hasta civiles y esposas, ejecutados ilegalmente en el distrito de Ferrol entre 1936 y 1939 y de los que la historia oficial franquista jamás dijo ni una sola palabra. Miles de marinos ejecutados o encarcelados, todos ellos ilegalmente, por tribunales ilegales.

En esos años de la Mallorca franquista el sr. Tous Ferrer fue uno de los puntales de la dominación reaccionaria sobre la isla. Su poder económico no sólo apoyó a los golpistas cuanto pudo, sino que se puso al servicio del nuevo orden con entusiasmo. El monumento al Baleares tuvo mucho de operación propagandista de su persona, casi tanto como de homenaje a los que cayeron en la lucha; con la habilidad que le caracterizó, logró incluso que no le costase excesivo dinero, promoviendo una cuestación forzosa en la que hasta los presos se vieron forzados a participar. Su imperio comercial y periodístico contribuyó a cimentar el régimen y a transmitir sus valores. ¿Merece un juicio hoy? Si acaso el de la historia, no olvidar quién fue y qué hizo, tenerlo muy claro, no olvidar que fue de los que se enriqueció en los años del hambre y la miseria, de los que dictaban lo que había que escribirse en los años de censura y represión. Flaco servicio le hace la alcaldesa socialista al proponerle como hijo adoptivo, pues atrae las miradas hacia él. Que aprendan de algunas ilustres bancas de pasado golpista, cómo han sabido pasar desapercibidas y logrado lavar su turbio pasado fascista. Y es que algunos nunca perdieron la memoria. Ellos no.

Benjamín Balboa

Ciudadanos por la República

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