miércoles, 13 de enero de 2010
Insumisión. Veinte años después
Febrero de 1989 fue un mes clave para el antimilitarismo en el estado español: cincuenta y siete jóvenes se declararon insumisos al Servicio Militar Obligatorio. Desde entonces y hasta 2001, fecha en que se abolió la mili, 1.670 desobedientes pasaron por prisión. LDNM ha charlado con media docena de activistas de la época.
¿Cómo explicarías qué era el Servicio Militar Obligatorio a un chaval de hoy?
Iñaki Otamendi, Coordinadora Antimilitarista Kakitzat: La mili fue la manera en la que el Estado Español dotó durante años de mano de obra gratuita al ejército, obligando a todos los nacidos hombres a pasar un largo período de instrucción militar en los cuarteles. Además pretendía ser una escuela en la que los hombres asumieran valores patrióticos españoles y aprendieran obediencia a la jerarquía ante los posibles enemigos exteriores e interiores. Las condiciones en las que se cumplía la mili eran muy precarias, y la violencia no sólo provenía de los mandos militares: las “novatadas” servían para humillar a los nuevos y para fomentar el individualismo. El número de suicidios y accidentes era bastante elevado.
Cthuchi Zamarra, ex Grupo Antimilitarista de Carabanchel: Se inventaron el rollo de la Prestación Social Sustitutoria (trabajo en servicios sociales) para parecer que daban libertad de opciones. En realidad tenían a los jóvenes trabajando gratis. La desobediencia se hizo para cambiar el sistema, no para escaquearse de la mili, y aunque el servicio obligatorio terminó aboliéndose, todavía siguen gastando nuestro dinero en pagar a profesionales de la violencia y comprar armas de destrucción masiva.
¿Quiénes fueron los primeros insumisos?
Carlos Barranco, Movimiento de Objeción de Conciencia, Valencia: Los primeros desobedientes se llamaron a sí mismos “objetores de conciencia”.Hablo del período desde 1971 hasta 1986, antes de la entrada en vigor de la Prestación Social Sustitutoria. Estos primeros objetores provenían mayoritariamente de comunidades cristianas de base, muy influidas por la Teología de la Liberación, de ciudades como Valencia, Madrid, Bilbao y Barcelona. Pero no explicaban su toma de postura en términos religiosos, sino que se presentaban como “no violentos” y abrazaban toda una tradición de pacifismo y desobediencia de siglos de antigüedad. Éste fue el caso del primer objetor de conciencia político, Pepe Beunza, que en 1971, en Valencia, anunció públicamente su negativa a acudir al servicio militar. La campaña de apoyo que llevaba varios años preparando tuvo el efecto deseado: no sólo provocó debates en las cortes franquistas y acciones de apoyo a escala internacional, sino que arrastró a varios jóvenes a declararse también objetores de conciencia, lo que generó una dinámica imparable que no cesó hasta la abolición del servicio militar treinta años después.
Mar Rodríguez, Asamblea Antimilitarista: Aparte de los encarcelados, muchas personas participaron en los grupos de apoyo a los insumisos, entre ellos el de padres y madres. Casi todas esas personas fuimos mujeres, pero no éramos sólo las novias y madres, que también; no queríamos ser el lugar de descanso del guerrero/insumiso, sino que era nuestra opción política. No sin dificultades fuimos superando los roles de género, tan marcados al principio: ellos a la cárcel, nosotras a visitarlos. Fuimos muy activas y también formamos espacios propios, sólo de mujeres, en los que debatir acerca del objetivo final: un mundo sin ejércitos ni guerras.
¿Por qué tuvo la insumisión tanta repercusión social y cuáles fueron sus principales logros?
Antonio Carretero, antimilitarista de Valladolid: El movimiento de objeción de conciencia e insumisión ha sido hasta el momento el movimiento social autoorganizado de mayor calado y duración que ha existido en el estado español. Su repercusión fue fruto de un conjunto de condiciones favorables: por una parte, el éxito arrollador de la objeción colectiva a principios de los ochenta, que acrecentó y consolidó el antimilitarismo como alimento ideológico; por otra, la percepción social de que la transición política tenía con el ejército una cuenta pendiente, de que el franquismo seguía demasiado vivo en la institución castrense, lo que quedaba especialmente patente en la mili obligatoria.
Pablo San José, grupo Antimilitarista Tortuga: La repercusión se la dio la represión. Encarcelar a cientos de personas por el simple hecho de negarse a portar un arma en un ejército produjo un gran escándalo. La dimensión ética de los insumisos era intachable. La institución estatal, a pesar de todos sus esfuerzos, nunca pudo llevar la iniciativa en el plano simbólico-ideológico. La represión, en lugar de tener un efecto disuasorio, multiplicó el número de insumisos, ampliando el efecto publicitario de la campaña, que acabó siendo imparable.
Chtuchi Zamarra: La insumisión no fue un movimiento, sino una estrategia que partió del movimiento antimilitarista y caló en otros movimientos. Sus principales hitos fueron lanzar a la calle el debate sobre la necesidad de la existencia de ejércitos y difundir en los movimientos sociales las técnicas de acción no violenta y el rechazo a la lucha armada, que aún estaba de moda en aquella época; en los setenta había varios grupos armados: ETA, Terra Lliure, GRAPO y FRAP, entre otros.
¿Cómo se organizaban los colectivos de insumisos?
Carlos Barranco: El Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), fundado formalmente en 1977 –aunque ya llevaba algunos años actuando– fue la red de grupos con mayor actividad durante este ciclo de treinta años de lucha. La red la formaban grupos locales pequeños, autónomos y de funcionamiento horizontal y asambleario, que se coordinaban y decidían sus campañas a escala estatal en asambleas periódicas. Durante el período de la insumisión aparecieron otros grupos que siguieron básicamente la campaña del MOC, como la Coordinadora de Colectivos Anti-mili Mili-KK, surgida de partidos de izquierda como el Movimiento Comunista, que tuvo especial fuerza en Barcelona, Madrid y el País Vasco. Otros colectivos pusieron en práctica la llamada “insumisión total”, que se diferenciaba de la del MOC y Mili-KK en que el desobediente rechazaba acudir al juicio e ingresar en prisión, pasando así a la clandestinidad y renunciando a utilizar el juicio y la eventual estancia en la cárcel para dar dimensión pública a su acción. Estos “insumisos totales” pertenecían a grupos anarquistas y autónomos.
¿Qué recepción tuvo la insumisión entre las organizaciones de izquierdas tradicionales?
Pablo San José: Al principio la obviaron por completo, ya que no encajaba en su esquema de acción política. Cuando la campaña alcanzó difusión, vieron una ocasión de obtener réditos políticos y se sumaron a ella. Su manera de participar, a mi juicio, fue torticera: se llenaron la boca con discursos a favor de la insumisión y muchos de sus miembros o cargos públicos participaron en concentraciones de apoyo o como testigos en juicios, pero nunca se implicaron al cien por cien favoreciendo que surgieran nuevos insumisos desde sus filas. En esta generalización incluyo a toda la izquierda tradicional más allá del PSOE: sindicatos, Partido Comunista, sectas leninistas… Imagino que nunca confiaron en una historia que no podían controlar.
Carlos Barranco: En los setenta, los referentes de estas organizaciones eran las guerrillas latinoamericanas de El Salvador, Nicaragua, Cuba... Muchas de estas organizaciones postulaban entonces la utilidad de hacer el servicio militar para aprender lo que más tarde podría ser usado en la lucha armada. En el País Vasco, la izquierda abertzale defendía aquello de “la mili con los milis” (ETA Militar) como propuesta general para la juventud vasca. Pero con el crecimiento del movimiento de desobediencia civil, especialmente de la insumisión, empezaron a verlo como un instrumento más. Muchas de estas organizaciones cambiaron de táctica e intentaron instrumentalizarlo para sus propios fines, creando sus grupos afines de insumisión. Es el caso del Movimiento Comunista y la Liga Comunista Revolucionaria con Mili-KK, o la insumisión “al ejército español” promovida por las juventudes de Herri Batasuna en el País Vasco y por las juventudes de Esquerra Republicana en Catalunya.
¿Cómo evolucionó la respuesta institucional a la insumisión?
Pablo San José: Fue una partida de ajedrez entre el movimiento antimilitarista y el estado. En los años setenta se encarceló a algunos objetores. Con la transición se aparcó el problema en espera de una ley que regulara el tema, tratando de invisibilizarlo. A partir de la promulgación de la Ley Objeción de Conciencia con el PSOE se comenzó a encarcelar a los insumisos. En Navarra hubo una encarcelación masiva. En todo caso, la represión siempre fue selectiva. La mayoría de insumisos eran condenados a penas inferiores a las marcadas por la Ley para evitar su entrada en prisión. Creo que esto obedecía en parte a los escrúpulos personales de numerosos jueces, pero pienso que hubo también una estrategia de estado instrumentalizada desde la fiscalía: la insumisión encarcelada había tenido un poderoso efecto llamada y se habían disparado las estadísticas de objetores e insumisos; a partir de ahí, el estado recula. Primero lo intentó con la aplicación del tercer grado automático, pero los insumisos se plantaron y dejaron la medida en agua de borrajas. Posteriormente, con la “reforma Belloch” del Código Penal, se sustituyó la pena de cárcel por la de inhabilitación. En la fase final de insumisión en los cuarteles, volvió a haber un pequeño grupo de insumisos en una prisión militar, pero como eran pocos y ya estaba anunciado el fin del servicio militar, el Estado consideró inocua su estancia en prisión.
Antonio Carretero: El gobierno, la justicia y el estado mostraron su cara abrupta pero siempre queriendo parecer “amables”. La insumisión generó en las instancias del poder tensiones entre quienes andaban diseñando la posibilidad de eliminar la mili obligatoria y configurar un nuevo ejército profesional y moderno –en las coordenadas de la OTAN y la UE– y quienes defendían la necesidad de una mili reducida, pedagógicamente modernizada y humanizada como medio de acercar a los jóvenes y a la sociedad en general al nuevo ejército… El problema fue que, entre tanto, un sector importante de la juventud ya había decidido por ellos, lo que aceleró sin duda la opción de eliminar el servicio militar obligatorio. En este sentido, la objeción de conciencia y la insumisión han sido, en conjunto, el único acto de democracia directa y radical que se ha producido en la España postfranquista, lo que corrobora que la desobediencia civil sigue siendo una de las estrategias políticas fundamentales para actuar contra el poder instituido.
José Manuel López, MOC y Asamblea Antimilitarista: Al principio se intentó presentar a los insumisos como insolidarios. No se dudó en mentir descaradamente, como cuando Televisión Española presentó como jóvenes que hacían la Prestación Social Sustitutoria a un grupo de insumisos que habían ido a Bosnia a trabajar durante la guerra. Después montaron el Movimiento por la Paz el Desarme y la Libertad (MPDL, oficiosamente Menuda Panda De Ladrones), orquestado por Paca Sauquillo, que organizó el envío de prestacionistas (esta vez de verdad) a la ex Yugoslavia, pero la jugada les salió mal porque, a su regreso, los chicos dieron una rueda de prensa muy sonada en la que denunciaron el mamoneo de la supuesta ONG y apoyaron sin reservas a los insumisos. Otra estrategia importante fue identificar a los insumisos con “independentistas” y partidarios de Herri Batasuna, sugiriendo la incoherencia de declararse pacifista y “apoyar terroristas”. La guinda de esta estrategia la puso el ministro de defensa Tomás de la Quadra comparando a los insumisos con “terroristas que asesinan niños”, lo que le valió la reprimenda incluso de sus compañeros del PSOE.
¿Como afectó al movimiento de insumisión la encarcelación de insumisos?
Iñaki Otamendi: Este castigo supuso un altavoz para los mensajes antimilitaristas. La presencia activa de insumisos en las cárceles también sirvió para sacar a la luz las condiciones que sufrían los presos sociales y denunciar el sistema penitenciario.
Cthuchi Zamarra: Al movimiento le dio mucha fuerza, pues lejos de asustar a los chavales, se fueron sumando a la estrategia cada vez más jóvenes. Se trataba de un modelo heroico que, en cierto modo, invisibilizó el trabajo de otro tipo que también se llevó a cabo en estos colectivos.
¿Se intentó dar continuidad a la experiencia de la insumisión tras la profesionalización del ejército?
Iñaki Otamendi: El movimiento antiglobalización asumió la lucha contra las guerras, el relevo generacional fue escaso, y desaparecieron muchos grupos antimilitaristas, pero aún hay colectivos que continúan trabajando en el antimilitarismo e intentan denunciar el gasto militar y el papel de los ejércitos en el desorden mundial, aunque ahora los medios de comunicación no estén interesados en dar voz a estos colectivos.
Cthuchi Zamarra: Entre las propuestas de desobediencia civil se mantiene desde 1983 la objeción fiscal, es decir, dedicar el importe de los impuestos que se destinan a gastos militares a proyectos de construcción de alternativas pacíficas.
José Manuel López: Con el anuncio del fin de la mili se adoptó la estrategia de insumisión en los cuarteles, pensada, en principio, para el período de agonía de la mili, aunque creo que también se pretendía probar como posible herramienta contra el ejército profesional. Como esta nueva fase fue algo problemática dentro del movimiento, no se planteó continuarla después. También se han valorado otras estrategias de desobediencia civil directa, como el allanamiento de instalaciones militares, pero tampoco han cuajado. La profesionalización del ejército y el fin de la insumisión han sido sin duda un momento muy complicado para los movimientos antimilitaristas, y en concreto para el MOC, con un bajón importante de la militancia. Ahora, una vez tomada la distancia necesaria, seguimos un poco perdidas a la hora de orientar nuestro trabajo antimilitarista. Probablemente no podía haber sido de otra manera… Al menos, aquí seguimos.
David García Aristegui (Fuente original: LaDinamo)
Cronología
1960-1970 Cientos de Testigos de Jehová cumplen penas de más de diez años en prisión por negarse a hacer el servicio militar.
1971-1973 Campaña de Pepe Beunza, primer objetor de conciencia, con acciones internacionales de apoyo y una marcha desde Ginebra a la cárcel de Valencia en la que estaba preso.
1975 Campaña de servicios sociales autogestionados organizados por los objetores en “busca y captura” en barrios marginales. El más célebre fue el de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, que marcó el comienzo del despegue de las cifras de desobedientes.
1977 Fundación del Movimiento de Objeción de Conciencia y su primera acción de calle en Madrid. El MOC y otros antimilitaristas no aceptan que un tribunal decida sobre la condición de objetor, ni aceptan un servicio sustitutorio al militar.
1986 Campaña contra el referéndum de la OTAN, que sumó al antimilitarismo a jóvenes y partidos de izquierda.
1989 Los primeros insumisos se niegan a acudir a los cuarteles. El boicot inicial a la Prestación Social Sustitutoria por parte de sindicatos y organizaciones sociales contribuyó a generar un gran número de objetores “legales” y a cortocircuitar los intentos de asimilación del Gobierno.
1990 La primera Guerra del Golfo extiende el rechazo al militarismo.
1992 Se denuncia la represión selectiva con la campaña “O todos o ninguno”.
1993 Plante de los insumisos al tercer grado penitenciario.
1995 Aprobación del Nuevo Código Penal por el que los insumisos serán “inhabilitados”, aunque se mantiene la cárcel como castigo.
1997 Defensa invierte 2.000 millones de pesetas en una intensa campaña de imagen y reclutamiento del Ejército profesional.
2001 Los últimos soldados de reemplazo abandonan los cuarteles; ese año solo hacen la mili 5.000 de los 91.000 sorteados.
2002 El Gobierno se ve forzado a reformar el Código Penal y el Código Penal Militar para eliminar los delitos relacionados con la insumisión. Amnistía para cerca de 4.000 insumisos procesados y unos veinte insumisos en los cuarteles.
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1 comentario:
No hace mucho recibí un correo en el que nos recordaba que un grupo olvidado por la Memoría Histórica, era el de los insumisos, mientras investigaba los origenes y los primeros insumisos, ha aparecido este articulo en Kaos en la red, del que me alegro de que alguien más se acuede de ellos felicitaros a todos aquellos que encabezasteis este movimiento y a los que os siguieron más tarde, felicidades tambien a los que os han recordado, publicando este articulo
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